Martina Rua. PARA LA NACION. 16
de mayo de 2020
Luego de la experiencia de
estar trabajando desde hace dos meses desde sus casas, Jack Dorsey, el CEO de
Twitter, anunció ayer que ya no será necesario que sus empleados vuelvan al
edificio corporativo "nunca más". Desde la compañía dijeron que si
los colaboradores tienen un rol y una situación que les permite trabajar desde
casa y quieren continuar haciéndolo "para siempre", entonces
"haremos que eso suceda. Si no, nuestras oficinas serán cálidas y
acogedoras, con algunas precauciones adicionales, cuando consideremos que es
seguro regresar". Este anuncio me dejó pensando. ¿Si tuvieran la
posibilidad de elegir, qué preferirían? ¿Trabajar 100% desde casa, 100% desde
una oficina o un híbrido de ambas modalidades que sea adaptable a nuestras
necesidades de cada semana?
Con este pregunta y con una
lectura honda de esta época firmas de arquitectura, conglomerados de real
estate y empresas de todo el mundo están planificando y dándoles vida a las
oficinas que iban a ser del futuro, pero que se instalaron en el presente.
Durante centenares de años las
oficinas dieron a las empresas mucho más que un espacio físico: son signo de
poder, de control, de singularidad, de estatus, hasta de un modo de ser
empresa. Pienso por ejemplo en la experiencia que tuve al visitar los campus de
Facebook y Google en Silicon Valley: peluquerías, babysitter, 8 restaurantes
con comidas de todo el mundo y hasta un inodoro con la tabla térmica,
verdaderas miniciudades a donde no solo se va a trabajar, sino a ser parte de
una cultura.
En la Argentina, por ejemplo
el edificio de Mercado Libre, es el orgullo de quienes disfrutan de su
arquitectura colaborativa y sustentable o los nuevos espacios de Banco Galicia
con bares y sillones. Pienso también en un sinfín de espacios sórdidos, sin luz
natural y lúgubres que he visitado por trabajo.
¿Cómo volver, en cualquier
caso, de una manera segura? La vuelta es y será compleja. En China, por
ejemplo, es tal la complejidad logística que la empresa de servicios
inmobiliarios Cushman & Wakefield creó un manual de 300 páginas para ayudar
a 10.000 clientes a "aprender" a volver. La compañía, que introdujo
un concepto que llama Six Feet Office, ofrece servicios para acompañar la
vuelta que soporte las auditorías de espacio y de cambio cultural relativas a
higiene, distanciamiento social, interacciones.
Se esperan también mobiliarios
versátiles y "sillas ágiles" con superficies adaptables a la
colaboración. Un nuevo concepto es que las oficinas ya no sean lugares donde
las personas se congregan para hacer su trabajo en paralelo, sino que se
visiten a veces para colaborar, conocer talento y crecer en la cultura.
"Esta cuarentena puso de
manifiesto que podemos trabajar desde casa, pero que tenemos una necesidad
importantísima de encuentro con el otro y que ese encuentro también es bueno
para nuestra productividad. Para el regreso post Covid-19 vemos una menor
densidad poblacional en la oficina, si lo normal era hablar de 6 metros
cuadrados por persona, pasaremos a 12 o 16 metros cuadrados, como promedio. Las
personas irán rotando. Parte del tiempo trabajarán home office y también habrá
un concepto de oficinas satélites, que tienen conectividad y comodidad, pero
permiten bajar la densidad de las oficinas centrales", describe Mariana
Stenge, titular de Stenge Real State.
Según la especialista, una
contra del home office es que no todos tienen un espacio apropiado para
hacerlo, por eso se está experimentando en muchos casos un síndrome de
"lock office", en relación con la sensación de confinamiento y tener
que trabajar sin un ambiente adecuado para lograrlo, que impacta en cómo se
sienten las personas, en su productividad y bienestar.
Para el economista Eduardo
Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di
Tella, uno de los grandes ganadores podrían ser los bares en detrimento de las
oficinas. Espacios para socializar y teletrabajar donde las personas se sienten
casi como en casa, pero en un tercer lugar, lejos de las múltiples
distracciones e imponderables que se presentan en casa. Para Stenge esto puede
funcionar para algunas profesiones, pero no para todas.
"El gran desafío está en
combinar el bienestar y el trabajo colaborativo. Los bares pueden servir más
para profesiones individuales como diseñadores, pero cuando se necesita
trabajar en equipo de tres o más personas, se precisa un ámbito adecuado y
diseñado para colaboración", opina Stenge.
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